No creo que a nadie se le haya
olvidado que hace unos días hubo elecciones. Eran, sin duda, unas elecciones
esperadas por muchos y ocurrió lo que no había ocurrido desde los años 70, el
pueblo o al menos parte de él habló. Durante muchas campañas he oído decir a
multitud de políticos que los ciudadanos son inteligentes y que saben lo que
deciden en las urnas. Sin embargo, en estos últimos comicios he visto como se
ha afirmado que es el triunfo de la irresponsabilidad. Parece que muchos
candidatos se han llevado una sorpresa pero no se a que se refieren salvo que
ésta sea el elevado número de votos que han obtenido.
Pero lo jugoso de todo esto es
siempre lo que viene después y aquí, entre detenciones y sentencias, aparecen
los pactos que más que una consecuencia de la fragmentación del voto se
asemejan más a una toma de posiciones en una reunión de mercachifles.
Desde aquí y sin comulgar en
absoluto con los resultados arrojados por las urnas veo que se hacen manifestaciones
de terror hacia aquellos que dicen querer arrancar su mandato eliminando la
corrupción de las instituciones. Pero, ¿el miedo dónde reside? ¿en que lo
digan? ¿en que lo hagan? ¿en pudieran convertirse en el primer partido que
cumple lo prometido antes de las urnas?
Quizá, haya que hacer como se ha
hecho siempre con los demás o al menos darles el mismo trato que los demás
siempre han solicitado, el voto de confianza o beneficio de la duda.
Por mi parte, simplemente decir
que si consiguen que desaparezcan del mapa todos aquellos que utilizan las
distintas instituciones para sus propios fines, al menos en ese aspecto, recibirán mi aplauso.