miércoles, 22 de diciembre de 2010

Volstead, tabaco y otras cuentas

En 1919, los protestantes conservadores norteamericanos consiguieron que se ratificara la enmienda XVIII, con la consiguiente aprobación de la Ley Volstead.
Un momento antes de la entrada en vigor de la Ley, el Senador Michael Volstead declaró: “Esta noche, un minuto después de las doce, nacerá una nueva nación” “el demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y limpios modales. Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado, las cárceles y correccionales quedarán vacíos, los transformaremos en graneros y fábricas. Todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno”.

A partir de aquí, todos sabemos lo que pasó con la aparición de personajes como Al Capone o Lucky Luciano (hemos visto muchas películas). Sin embargo, no fue hasta el 21 de marzo de 1933 al firmar Roosevelt el Acta Cullen Harrison, cuando se puso fin a la ley seca (los demócratas forzaron la firma ante la necesidad de recaudar más impuestos como consecuencia del crack del 29).
Ahora, en España estamos en un momento similar aunque con matices. La Ley Volstead tenía como misión el implantar la decencia en la sociedad norteamericana y por esa razón tuvo la decencia de no permitir la fabricación, tuvo la decencia de no permitir la venta y finalmente, tuvo la decencia de no recaudar impuestos sobre el alcohol que estaba prohibiendo. Más tarde, cuando se necesitó recaudar más, se decidió que se podía prescindir de la decencia en la sociedad y se permitió el consumo para hacer caja.
Como en España no inventamos nada, solemos hacer uso del benchmarking aunque, eso si, “sui generis” vamos a aplicar esa ley o algo parecido al tabaco. Aquí se prohíbe fumar, se demoniza al fumador y se suben los impuestos. Así, en lo único que se parece al “modus operandi” americano es en la pérdida de la decencia. Haciendo aplicación de una legalidad populista se pone en marcha la prohibición mientras entre bambalinas se hacen números para ver cuanto aumenta la recaudación. Todo sea para cumplir los criterios de déficit (aunque sin contabilizar a las empresas públicas no vaya a ser que se estropee el dato).
Ahora a los fumadores nos toca pagar el 5% de reducción en el Impuesto de Sociedades a las empresas.
¿Por qué los fumadores que junto con el resto de ciudadanos hemos pagado los devaneos de la banca, debemos contribuir a generar un 5% de beneficios a las empresas que o no nos contratan o nos despiden disminuyendo la percepción que por tal motivo teníamos establecida?
¡Qué pena que la economía haya sido secuestrada por la política! ¡Cuántas más ilustres acciones tendremos que soportar!
Pero ya que es legal por gracia del gobernante, no sería de ley también, que en lugar de demonizar al fumador, ¿se le erigiera un monumento por su contribución al estado del bienestar de algunos? (a los que se blindan las pensiones me refiero).
Y, si no es así, y ya que contribuyen decisivamente en el beneficio de las empresas, ¿no deberían ocupar, al menos, los primeros puestos en los procesos de selección de personal? o ¿ser gratificados con algún punto extra cuando se dispongan a opositar?.

Aunque la decencia haya pasado de moda, podría ser necesario mantener algún atisbo de la misma, no sea que, si algún día en el futuro tuviéramos que echar mano de ella no sepamos lo que es.

1 comentario:

  1. Tienes razón en parte, en lo que se refiere a copiar cosas de otros países de una manera “sui generis”, como por ejemplo copiar los modelos de despido de otros países.
    En USA no debe de haber indemnizaciones por despido, pero no hace falta, allí hay trabajo. Por que no en vez de copiar lo del despido no se copia la productividad o la competencia de los políticos.
    En lo que a esta ley se refiere, no se si tu serás fumador pero yo no lo soy, y los que como yo no lo son, lo que pedimos es que los fumadores sean cívicos, porque su libertad de fumar acaba donde empieza mi derecho a respirar aire limpio o que mi ropa no huela a humo.
    El precio del tabaco es caro, igual que el de la gasolina o la del alcohol. Yo personalmente lo que me gustaría no es bajar los impuestos sino utilizarlos debidamente y sobre todo que ningún delincuente-político meta la mano en la caja.

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